Bueno
venga, CON DOS CYBER-OVARIOS este va a ser un post de ir a mear y no
echar gota.
Si
ya habíais degustado el ligero y agradable post de “lo sublime en los videojuegos” de la mano de las teorías de Edmund Burke que no
fue muy profundo (he de decir) y que intentaba poner de manifiesto
cuán parecido podía ser el Skyrim a un cuadro de Caspar David Friedrich... Agárrense los machos porque viene lo heavy pues nos
vamos a adentrar en “lo sublime en los videojuegos” siguiendo la
“crítica del juicio” del mea-pilas pueblerino Manolo Cantinas,
digo IMMANUEL KANT.
Que
falta de respeto!!! que horror!!, si a mi el tío me cae debuti y estoy
aprendiendo a valorar su obra como una de las cosas mas
impresionantes que debe haber elaborado ningún ser humano.
El
tío es un coco, es un puto coco, nadie ha tenido nunca las cosas tan
claras en su cabeza como él.
Voy
a ir directamente a la parte que me interesa del asunto, la parte que
tiene mas relación con el videojuego y aquello que como medio puede
aportar para experimentar lo sublime.
PERO
es imposible ir directamente a eso sin poneros un poco en contexto
así que os pongo una serie de recortes de la parte de la crítica
del juicio que trata de lo sublime para que aquellos que no os lo hayáis leído podáis cogerle el olor a la movida de la que estamos hablando. Espero que os sean útiles. SI YA OS CONOCÉIS DEBUTI A ESTE PÁJARO SALTAD HASTA UNAS LETRACAS SUBRAYADAS EN AMARILLO.
“pero
el objeto que excita en nosotros sin
el auxilio de ningún razonamiento, por la simple aprehensión que de
él tenemos, el sentimiento de lo sublime, puede parecer, en cuanto a
la forma, discorde
con nuestra facultad de juzgar y con nuestra facultad de exhibición,
y juzgarle, sin embargo, tanto más sublime cuanto más violencia
parece hacer a
la imaginación.”
“porque
ninguna forma sensible puede contener lo sublime propiamente dicho;
descansa únicamente sobre ideas de la razón, que aunque no se pueda
hallar una exhibición que les convenga, se retienen y despiertan en
el espíritu por esta misma discordancia que hallamos entre ellas y
las cosas sensibles. Así, el inmenso Océano agitado por la
tempestad, no puede llamarse
sublime. Su aspecto es terrible, y es necesario que el espíritu se
halle ya ocupado por diversas ideas para que tal intuición determine
en él un sentimiento que por sí mismo es sublime, puesto que le
lleva a despreciar la sensibilidad, y a ocuparse de ideas que tienen
más altos destinos.”
“La
definición que acabamos de dar puede también expresarse de esta
manera: lo sublime es aquello en comparación de lo cual toda otra
cosa es pequeña.
Por
consecuencia, lo que llamamos sublime, no
es el objeto, sino la disposición del espíritu producida por
determinada representación que ocupa el juicio reflexivo.”
“lo
sublime es lo que no puede ser concebido sin revelar una facultad del
espíritu que excede toda medida de los sentidos.”
"Pero
el infinito es absolutamente grande (no sólo comparativamente); toda
otra cosa (de la misma especie de magnitud), es pequeña en
comparación.
Pero
lo más importante es que el poder que tenemos de concebirle al menos
como un todo, revela una facultad del espíritu que excede toda
medida sensible. Porque no se puede admitir que una comprensión nos
suministre por unidad una medida que tenga una relación determinada
con el infinito, y aquella
expresada en números. Si, pues, es posible al menos el concebir el
infinito sin contradicción, es necesario admitir para esto en el
espíritu humano una facultad que por sí misma sea supra-sensible.
"Se
ve también con esto, que la verdadera sublimidad no debe buscarse
más que en el espíritu del que juzga, no en el objeto de la
naturaleza, cuyo juicio ocasiona
este estado. ¿Quién llamará sublimes las montañas informes
apiñadas unas sobre otras en un desorden salvaje, con sus pirámides
nevadas, o un mar lóbrego y tempestuoso, u otras cosas de esta
especie? Pero el espíritu se siente elevado en su propia estimación,
cuando contemplado estas cosas sin atender a su forma, se abandona a
la imaginación y a la razón, la que, uniéndose a la primera sin
objeto determinado, da por resultado hacerlo
más extensivo, y que sienta cuán inferior es toda la potencia de su
imaginación a las ideas de su razón.
Y
AQUÍ VAMOS AL ASUNTO PROPIAMENTE DICHO
"Para
juzgar la naturaleza dinámicamente sublime, es necesario
representársela como excitando el temor (aunque lo recíproco no sea
verdadero, es decir, que todo objeto sublime excita al temor).
Efectivamente, en el juicio estético (sin concepto) no se puede
juzgar de la superioridad sobre los obstáculos más que conforme a
la magnitud de la resistencia. Pero toda cosa a la que resistimos con
esfuerzo, es un mal; y si hallamos que nuestras fuerzas están bajo
esta cosa, esto es para nosotros un objeto de temor. Así por el
juicio estético, la naturaleza no puede considerarse como una
potencia, ni por consiguiente, como dinámicamente sublime, más que
en tanto que la consideramos como un objeto de temor.
Mas
se puede considerar un objeto como terrible sin tener miedo ante
él; esto
sucede cuando le juzgamos, de tal suerte que nos limitamos a concebir
el caso en que quisiéramos oponerle cualquier resistencia, y que
viéramos que todo fuera en vano. Así el hombre virtuoso, teme a
Dios, sin tener miedo ante él; porque no se imagina tener que temer
un caso en el que quisiera resistir a Dios y a sus órdenes. Mas para
todos estos casos que no mira como imposible en sí, declara a Dios
temible.
El
que tiene miedo no puede juzgar de lo sublime de la naturaleza, como
el que es dominado por la inclinación y el deseo no puede juzgar de
lo bello.
Huye
de la vista del objeto que le inspira este temor, porque es imposible
hallar satisfacción en él cuando es serio. También el sentimiento
que experimentamos cuando nos sentimos libres de un peligro es un
sentimiento de alegría.
Elevados
peñascos suspendidos en el aire y como amenazando, nubes
tempestuosas reuniéndose en la atmósfera en medio de los relámpagos
y el trueno, volcanes desencadenando todo su poder de destrucción,
huracanes sembrando tras ellos la devastación, el inmenso Océano
agitado por la tormenta,
la catarata de un gran río, etc., son cosas
que reducen a una insignificante pequeñez nuestro poder de
resistencia, comparado con el de tales potencias. Mas el aspecto de
ellos tiene tanto más atractivo, cuanto es más terrible, puesto que
nos hallamos seguros, y llamamos voluntariamente estas cosas
sublimes, porque elevan las fuerzas del alma por cima de su medianía
ordinaria, y porque nos hacen descubrir en nosotros mismos un poder
de resistencia de tal especie, que nos da el valor de medir nuestras
fuerzas con la omnipotencia aparente de la naturaleza.
Del
mismo modo la imposibilidad de resistir a un poder, nos hace
reconocer nuestra debilidad como seres de la naturaleza, aunque al
mismo tiempo nos descubre una facultad, por la cual nos juzgamos
independientes de ella, y nos revela de este modo una nueva
superioridad sobre la misma: esta superioridad es el
principio
de una especie de conservación de sí mismo, muy diferente de la que
puede ser atacada y puesta en peligro por la naturaleza exterior;
porque la humanidad en nuestra persona queda firme, aunque el hombre
ceda a esta potencia.
Esta
estimación de sí mismo no pierde nada con la condición de exigir
que nos hallemos en seguridad para experimentar esta satisfacción
vivificante, y que, como no debe haber aquí nada de serio en el
peligro, no hay (en apariencia) nada en efecto, en la sublimidad de
la facultad de nuestro espíritu.
Y AQUÍ SIGO YO
Es
una cosa que voy a discutir a Kant (y que se puede discutir también
con Burke).
Él
defiende que uno está seguro, debe estar seguro, que no pasa miedo,
que no está acojonado durante la experiencia sublime.
Que
como Dios la experiencia es TEMIBLE por su poder pero no TEMIDA ya
que se sabe que no lo va a desplegar o que no va a afectarnos.
Y mientras leo esto, otra imagen viene a mi mente:
¿No nos acojonamos? No reside en el miedo precisamente la graciade todo esto?
Y aquí me desdigo de mi conformidad con lo propuesto por Burke y que tan obedientemente suscribí en el pasado.
Yo daba botes en la butaca el otro día cuando vi PROMETHEUS! Una peli que podría ser un manual para crear experiencias sublimes.
(No pondré imágenes por si alguien no la ha visto todavía).
Claro que acojona, y cuanto mas acojona MEJOR! queremos tocar el barco y en eso, para potenciar esas experiencias no hay nada mejor que un videojuego. De hecho casi podemos pensar que el videojuego y la realidad virtual son la meta última de este tipo de obras ¿no se buscó siempre eso? Desde las fantasmagorías
y pasando por el cine
no buscábamos la experiencia total?
¿No son la interactividad y la inmersión la fantasía del creador y el "experienciante" de cualquiera de estas obras?
¿Y no es ya suficiente chocho el que os habéis tragado si habéis llegado hasta aquí? ¿Y no he tenido yo mucho morro y al final no he escrito mucho?
En mi defensa diré que yo me he tenido que leer a Kant para hacer este puto post y vosotros habéis llegado ya al cómodo destripe cabronazos.
Y tampoco tengo mucho mas que añadir, seguiré pensando en estas cosas sobre las que no tengo nada claro y quizá den para un post sin tantas citas.
Solo decir que sin las impagables clases de mis profesores yo por mí mismo no habría hecho ni el huevo y que todas las ideas expuestas aquí que puedan parecer mías no son mas que ROBOS mal expuestas de cosas que dicen mis profes.
Gracias por recoger y compartir esas ideas, tío...
ResponderEliminarEs denso... merece otra lectura...
Salud